Calzona rosa, sombrero de paja. Un resplandor dorado que adornaba manos, dedos y muñecas. Elevar la mirada y recordar la infancia. Un primer encuentro que avivó una chispa suspendida en el tiempo: el inicio de un capítulo inesperado.
Cruce entre vanguardia y tradición. Rosario La Tremendita y La Kaíta. De la chispa surge esta pieza que es más que un espectáculo: un puente entre Badajoz y Triana tejido por la evolución del flamenco. Una propuesta que destila pasión, autenticidad, ironía y sentido del humor, anclada en la sabiduría popular como un alambre antiguo y futuro que todo lo sostiene.
Una herida abierta que se abre como la sangre fluyendo a borbotones. Un viaje experiencial que promueve un diálogo intenso entre el escenario y el público, adentrándose en el corazón de las pasiones compartidas, sin prisas y sin egoísmos. Un ritual que nos zarandea, que va directo al pecho, a las tripas y a las vísceras.
Un encuentro donde conviven dos mundos, como las notas de un bajo eléctrico mezclándose con el sonido ancestral de la percusión. Es una experiencia salvaje que se aleja de lo políticamente correcto y busca la pureza de las emociones.